lunes, 27 de julio de 2009

La feria de las tinieblas

Si tuviera que elegir a un escritor de relatos cortos, no tendría ninguna duda en decir el nombre de Ray Bradbury. Todo el mundo lo conoce gracias a Fahrenheit 451 y sus Crónicas Marcianas, pero creo sinceramente que es en sus relatos breves, siempre maravillosos y poéticos ya se zambulla en la ciencia ficción o en la fantasía, donde se ve la pluma de un genio (y si no, atentos a la recopilación de El hombre ilustrado).

No recuerdo ahora si fue Javier Marías (gran admirador del octogenario escritor) o quién el que dijo que Bradbury era la poesía hecha ciencia ficción, pero no puedo estar más de acuerdo. Y muchas veces, me llena de tristeza el recomendar obras de él a gente que sé que tiene un gusto exquisito en sus lecturas y que, sin embargo, se cierra en banda porque se trata de un "escritor de fantástica". Fantástica. Como si fuera la peste. Seguro que si hubieran escuchado a Luis Antonio de Villena hablar sobre él, quizás su opinión pudiera tambalearse un poco:

Pero yo me quedo, aún, con su desbordante y bello lirismo: el húmedo planeta Venus en el que no cesa de llover, y donde solo se ve el sol una hora al año (la hora fulgurante de todas las magias), o esa nave de terrícolas, convenientemente refrigerada, que viaja al Sol, para por medio de una larga cuchara, arrancar de su masa incandescente un pedazo del astro rey. [...] Bradbury cómo no. ¡Cuántos bellos estíos!

El caso es que hoy el día es más luminoso, la gente más amable, y una chica ha venido sólo para agradecerme la recomendación que le hice de La feria de las tinieblas. ¡Qué hermosura de novela! ¡Cuánta magia y belleza y amor por los libros guardados dentro de ella! Siendo una obra menos conocida de Bradbury, creo sin duda que es mi favorita. Cuenta la historia de dos niños que viven en una pequeña ciudad estadounidense y que, unos días antes de Halloween, ven llegar a la noche un tren con una feria muy peculiar a bordo. ¿Qué ocurriría si esa oscura feria tuviera el don de hacer realidad los sueños de la gente? ¿Cuál sería el precio a pagar? ¿Y cómo unos niños de trece años pueden salvar el alma de sus vecinos y las suyas propias?

Con una prosa hermosa y recargada que a veces parece poesía pura, y en la que prima la transmisión de los sentimientos de sus personajes frente a la acción -reservada para el final de la obra-, este cuento de Bradbury tiene la magia y las dosis justas de terror como para ser calificado como un oscuro cuento de hadas que todo niño a partir de diez años y todo adulto debería leer, por lo menos, una vez en su vida. Y niños, sí. Si yo hubiera pillado este libro con doce o trece años, creo que hubiera tenido la misma sensación que cuando leí La historia interminable o Las brujas de Roald Dahl. Es una novela de adultos, pero creo que tendemos a idiotizar a los niños demasiado: yo a esa edad hubiera flipado tanto o más con esta novela que cuando me la leí por primera vez, hará unos cuatro años.

Tiene la magia de las antiguas historias, de las buenas de verdad, y el terror que le hubiera gustado escribir a Stephen King y jamás pudo (estoy convencida, además, de que King bebió mucho de Bradbury como maestro): es el libro ideal para una tarde de verano o para un atardecer de otoño. O quizás para una noche de primavera... Lo único que sé es que merece ser leído y descubierto.

"Pero hubo un año raro, oscuro, largo, en el que la fiesta de Todos los Santos llegó antes de tiempo.
Un año esa fiesta llegó el 24 de octubre, tres horas después de la medianoche.
En ese entonces, Jim Nightshade, que vivía en Oak Street 97, tenía trece años, once meses y veintitrés días; y William Halloway, que vivía en la casa de al lado, tenía trece años, once meses y veinticuatro días. Los dos rozaban ya los catorce años, casi les temblaban en las puntas de los dedos.
Y en esa misma semana de octubre crecieron durante la noche, y ya nunca más fueron tan jóvenes..."

4 comentarios:

  1. Sabía que ibas a ser mi perdición, otro libro más para apuntar al Plan infinito.
    Por cierto, al leerte acabo de darme cuenta de que jamás he ido a darle las gracias a un librero por haberme recomendado un libro, aún estándolo. ¡Falloque a partir de ahora trataré de corregir!

    P.D: si me veo con ánimo intentaré reconstruir mi disertación vampírico y haré una copia "de seguridad" antes de dar a publicar comentario.

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  2. Aunque soy más de novela negra y policíaca también me gusta la fantástica así que seguiré tu sabio consejo y leeré a Bradbury. ¡Ay, ay, no sé de dónde voy a sacar el tiempo para leer tanto!
    Pues mira que estoy como Lammermoor, nunca se me había ocurrido ir a dar las gracias al librero, seré desagradecida... Hago propósito de enmienda.
    Un abrazo.

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  3. No puedo evitar emocionarme al pensar que dos personas más van a poder disfrutar por primera vez de "La feria de las tinieblas", ¡sniff, sniff!XD
    ¡Un saludo!

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  4. Ray Bradbury es una maravilla de escritor, y coincido con vosotros en lo de los textos breves: a mí me gustan más también. Es una lástima esa "peste" que significan para el mundo de la "gran" cultura la ciencia ficción y la fantasía, como si sólo se pudiera fabular sobre la historia cercana o lejana, cuando la literatura, sea la que sea, siempre trata sobre lo posible.

    Por otra parte, los escritores de estos géneros muchas veces se cierran en el pulp y tampoco quieren cohabitar -culturalmente hablando- con los escritores de relatos realistas, con lo que siguen con una pose de malditismo o marginalidad.

    Es una pena. Borges escribe literatura fantástica. Saramago escribe literatura fantástica. Huxley escribe literatura fantástica. Ovidio escribe literatura fantástica. Son grandes razones para no poner barreras estéticas.

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