viernes, 20 de mayo de 2011

Jabberwocky

Anoche empecé la lectura de Los niños del agua de Charles Kingsley, publicada dos años antes que Alicia en el país de las maravillas y ahora editada por Debolsillo en nuestro país. Ambos libros corrieron una suerte bastante paralela, aunque por aquí Kingsley es poco conocido.

Por esas curiosas relaciones de ideas que solemos tener cuando leemos esta mañana, en vez de seguir con la lectura de esa deliciosa novela, me dio por coger mi ejemplar de Carroll, buscar Alicia a través del espejo y releer uno de mis poemas favoritos, Jabberwocky (Galimatazo).

'Twas brillig, and the slithy toves
Did gyre and gimble in the wabe;
All mimsy were the borogoves,
And the mome raths outgrabe.

'Beware the Jabberwock, my son!
The jaws that bite, the claws that catch!
Beware the Jubjub bird, and shun
The frumious Bandersnatch!'

He took his vorpal sword in hand:
Long time the manxome foe he sought--
So rested he by the Tumtum tree,
And stood awhile in thought.

And as in uffish thought he stood,
The Jabberwock, with eyes of flame,
Came whiffling through the tulgey wood,
And burbled as it came!

One, two! One, two! And through and through
The vorpal blade went snicker-snack!
He left it dead, and with its head
He went galumphing back.

'And hast thou slain the Jabberwock?
Come to my arms, my beamish boy!
O frabjous day! Callooh! Callay!'
He chortled in his joy.

'Twas brillig, and the slithy toves
Did gyre and gimble in the wabe;
All mimsy were the borogoves,
And the mome raths outgrabe.

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Brillaba, brumeando negro, el sol;
agiliscosos giroscaban los limazones
banerrando por las váparas lejanas;
mimosos se fruncían los borogobios
mientras el momio rantas murgiflaba.

¡Cuidate del Galimatazo, hijo mío!
¡Guárdate de los dientes que trituran
Y de las zarpas que desgarran!
¡Cuidate del pájaro Jubo-Jubo y
que no te agarre el frumioso Zamarrajo!

Valiente empuñó la espada Vorpalina;
a la hueste manzona acometió sin descanso;
luego, reposóse bajo el árbol del Tántamo
y quedóse sesudo contemplando...

Y así, mientras cavilaba firsuto.
¡¡Hete al Galimatazo, fuego en los ojos,
que surge hedoroso del bosque turgal
y se acerca raudo y borguejeando!!

¡Zis, zas y zas! Una y otra vez
zarandeó tijereteando la espada Vorpalina!
Bien muerto dejó al monstruo, y con su testa
¡volvióse triunfante galompando!

¡¿Y hazlo muerto?! ¡¿Al Galimatazo?!
¡Ven a mis brazos, mancebo sonrisor!
¡Qué fragarante día! ¡Jujurujúu! ¡Jay, jay!
Carcajeó, anegado de alegría.

Pero brumeaba ya negro el sol
agiliscosos giroscaban los limazones
banerrando por las váparas lejanas,
mimosos se fruncian los borogobios
mientras el momio rantas necrofaba...

Y, de pronto, pensé: ¿Y si está por la red en original, bien narrado?

No debería haberme planteado nunca esto... Y es que quizás es ya la vigésimo tercera vez que lo escucho obsesivamente pero, entendedme: que me lo lea Benedict Cumberbatch tiene estos pequeños inconvenientes. ;)

domingo, 8 de mayo de 2011

El Dios de los brujos

"En muchos conjuros y fórmulas que han llegado hasta nuestros días aparecen los nombres de dioses precristianos. Estos conjuros suelen relacionarse con curas para enfermedades de seres humanos y animales, y generalmente van acompañados de ciertos movimientos de las manos, sin los cuales el conjuro no surte efecto. Uno de los más interesantes presenta los nombres de Woden y Loki, y como el martillo tiene importancia en este conjuro, es posible que también se relacione con Thor. Es una cura para una fiebre palúdica: Clavad tres viejas herraduras a la pata de la cama del paciente, con el martillo atravesado sobre ellas. Tomad el martillo en la mano izquierda y golpead las herraduras diciendo:

Padre, Hijo y Espíritu Santo,
clavad al demonio a esta pata;
tres veces golpeo con el santo gancho,
una por Dios, una por Wod y otra por Lok."

Sobre el juramento favorito de Guillermo el Rojo, "per vultum de Lucca":

"Guillermo [el Rojo], como pagano, difícilmente habría jurado por la efigie milagrosa de un Dios en el que no creía, conservada en un oscuro pueblo de un país que sin duda relacionaba él con una religión extranjera, religión a la que no pertenecía y cuyo clero sin duda le inspiraba desprecio o desconfianza. Pero el Rojo, como pagano, tenía un dios propio, muy probablemente el mismo al que sus antepasados habían rendido culto. Entre los grandes dioses de los normandos estaba Loki, cuyo nombre bien pudo quedar latinizado como Luce o Lucca. Las leyendas de Loki muestran que originalmente fue uno de los dioses supremos de los normandos; y aunque bajo el efecto de las nuevas ideas y los cambios habituales en los asuntos humanos acabó por ser considerado como un demonio, éste fue el destino común a todas las deidades de gran importancia, pues el dios de la antigua religión se convierte en el demonio de la nueva era. "Por la faz de Loki" sería juramento apropiado para un normando."

Fragmentos de El dios de los brujos, de la antropóloga, arqueóloga y egiptóloga Margaret A. Murray. Una lectura encantadora que quizás no ha superado el paso del tiempo y con la que hay que ser bastante crítico pero, al igual que La Rama dorada de Frazer, resulta fascinante.

Y creo que Loki me persigue... ;)

miércoles, 4 de mayo de 2011

El mar en ruinas

"Odiseo había vuelto por fin, más calvo, más flaco, pero yo lo estrechaba contra mi pecho desnudo: he ahí la escena final de mi tejido. Ah, si hubiésemos sido una historia y no una vida, un largo cuento hecho de palabras, ése hubiera sido el punto final, y tan hermoso que no me hubiese importado gran cosa que los dioses nos enviaran la muerte en ese instante. Pero éramos de carne y hueso, no personajes de una epopeya, la vida siguió adelante y a la mañana siguiente nos miramos un poco avergonzados de habernos portado como críos. Envejecíamos."

Pocas novelas contemporáneas españolas tienen la fuerza y el impacto que consiguió David Torres con su magnífica Un mar en ruinas. Y pocos escritores tienen las agallas suficientes como para coger un clásico como la Odisea y darle una vuelta de tuerca en una supuesta continuación de la historia. ¡Pero que encima le salga bien, quizás sólo a Torres!

En El mar en ruinas Odiseo, el héroe, se transforma en Odiseo el hombre. En sus páginas asistimos al fin de la era heroica y al declive del mito.


David Torres nos ofrece una nueva perspectiva de la guerra de Troya y el viaje de regreso a casa de Odiseo. Nuestra historia comienza con la llegada del guerrero a Ítaca, donde tiene que enfrentarse a una vida normal, alejada de la visión homérica. Pero algo va a inquietar a nuestro protagonista: su historia durante la guerra se empieza a solapar con la que narran algunos bardos de un tal Ulises, muy semejante a la suya pero a la vez diferente. Y llega a tal grado la situación que Odiseo termina abandonando Ítaca y a Penélope de nuevo, en busca de ese Ulises del que hablan los aedos. Durante su última aventura el lector no puede evitar sentir lástima ante el declive de Odiseo, más viejo, calvo y humano que el que recordamos en los poemas de Homero.

Penélope es en este viaje, sin embargo, la auténtica protagonista. Narradora del relato, ella es la única que se salva de la miseria que inunda todo el libro. Una Penélope que narra su nueva historia a un hijo no nacido y la teje mientras tanto en su telar, donde se unen pasado, presente y futuro como en los oráculos. Frente a ella, Odiseo pierde el rumbo, Ítaca se desmorona. Y mejor no hablar del detestable y perturbado Telémaco, como sacado de una de las peores tragedias del imaginario griego...

A pesar del mundo que refleja la novela (despojado de cualquier tipo de épica; de hierro y no de bronce), el lenguaje de David Torres es poético y evocador. Cada frase que leemos es digna de ser saboreada; cada párrafo y cada capítulo invitan a la reflexión. Esto provoca que uno busque la lentitud deliberadamente durante su lectura; y es que la dureza, la crueldad y el dolor no tienen por qué estar exentos de esa belleza poética que reconocemos en cualquier obra literaria cuando nos enamoramos desde la primera línea.

David Torres sabe además mezclar magistralmente su gran conocimiento de la tradición literaria con una innovación más bien rebelde que, como ya he dicho en mis primeras líneas, le funciona a la perfección.

No sabría con qué quedarme de toda la novela: si con la resignación de Penélope y su mágico telar, el triste fin de las sirenas, la belleza de Calipso -que por fin aprende a llorar- o la inquietante y acertada aparición de los pueblos del mar, destruyendo el mundo heroico griego a su paso. Sólo sé que por todo esto y mucho más El mar en ruinas es una lectura que voy a recomendar una y otra vez.

David Torres nos invita a recorrer con él el último viaje de Odiseo, más retorcido que el homérico pero, tal vez, más reconocible para nosotros. Y quizás suene un poco tópico, pero pase el tiempo que pase, la literatura universal siempre girará en torno a la Ilíada y la Odisea. "De noche, entre el liso silencio de la playa, la marea trae un rumor de palabras, pero nadie sabe qué dice, si es que dice algo. Ni siquiera Odiseo podía descifrar su lenguaje, ese sordo rumor de música muriendo a sus pies, agua despidiéndose, el mar, el mar siempre volviendo sin volver nunca. La vida, los dioses, la guerra, mi amor... Todo empieza en el mar, pero qué ocurre cuando el mar ha empezado a morir..."

El mar en ruinas, David Torres.
Editorial Destino.
Barcelona, 2005.
ISBN: 9788423337682
Tapa blanda
18 euros.