viernes, 29 de enero de 2010

Ilión y Olympo, Dan Simmons

Hace unas semanas me compré, por aquello del afán completista, la edición con el montaje del director y un libro de fotografías de Troya. Me puse a verla intentando darle una segunda oportunidad en inglés. ¡Pues puf, qué enorme desastre! Y eso que sólo he visto por ahora la primera parte de la película...

Lo único bueno que tiene esta edición es la nueva presentación de Odiseo en Ítaca, muy acorde con la personalidad del héroe homérico. En fin, una pena para Sean Bean esto de tener un papel tan lamentablemente secundario. Luego me fui cabreando por momentos: Héctor, acompañando a Paris cuando rapta a Helena, la estúpida escena de combate inicial entre Héctor y Aquiles, totalmente innecesaria; la falta de épica en las batallas, la representación de Aquiles como un héroe más egoísta e infantil de lo que es, la mezcla de Briseida y Polixena en un único personaje... Bueno, demasiados momentos para ponerme ahora a contarlos uno a uno.


Pero, de repente, llega la catástrofe: después del duelo entre Paris y Menelao, va Héctor y mata a este último. Casi me caigo del sofá del susto, porque de verdad que no lo recordaba (mi mente es selectiva). ¡Pero bueno! ¿Y entonces con quién acaba Helena al final de este desastre de película? En fin; algún día que tenga fuerzas, me decidiré a ver la segunda parte para enterarme y horrorizarme.

Fue en este punto cuando Ardaleth y yo entablamos en nuestro salón una conversación la mar de interesante: ¿Dónde está el punto que separa la adaptación libre de una herejía como ésta, por ejemplo? La respuesta, creo, es bastante más sencilla de lo que creemos: el don para narrar con destreza, la capacidad de tomar un clásico y darle una nueva vida con todo el respeto del mundo.

Toda esta introducción viene a colación de la saga de libros que me estoy acabando estos días: Ilión y Olympo, de Dan Simmons.

"¿Agamenón muerto? ¿Aquiles al mando? Santo cielo. Ya no estamos en la Ilíada, Totó."

Una frase sólo por poner un ejemplo y no añado más para no cometer spoilers. Pero, ¡ja!, si
Wolfgang Petersen hubiese tenido el savoir faire de Simmons, otro gallo le hubiese cantado.

No soy fan de la ciencia ficción ni mucho menos, ni tampoco gusto de que alguien agarre una obra clásica y la adapte de cualquier modo. Soy muy, muy dura con estas cosas y, si Simmons me ha convencido, que venga Zeus y me destruya con su rayo.

Tiene habilidad y destreza narrativa, Dan Simmons. Y es muuuy listo. Amén de empaparse de Homero y de sus estudiosos (se ve en mil detalles, en la descripción de la guerra y de los personajes), es tan inteligente como para colocar de narrador oficial a un personaje del siglo XX: Hockenberry, un acólito de la Musa, profesor de clásicas en el pasado y ahora redactor de los acontecimientos de la guerra de Troya. Un personaje que sirve como enlace entre la obra y el lector (algo así como los hobbits en Tolkien), capaz de narrar los hechos de una manera profunda y muy académica pero con un lenguaje muy nuestro, lleno de referencias a nuestra cultura pop y con mucha ironía, que nos hace mucho más sencillos los entresijos de la guerra. Y de paso te evitas un narrador de la época, claro. Si es que es listo, listo. Y me parece bien. XD

Otra cosa que me ha gustado mucho es la guerra en sí. Cuando en un ataque de compritis aguditis me pillé los libros, al leer "La Ilíada de Homero en clave de ciencia ficción", creí que iba a tener que familiarizarme con un acontecimiento bélico futurista, pero no. Tú no sabes al principio por qué, pero la guerra que te están narrando tiene, quitando a los dioses, la misma tecnología y pinta que la de Homero. Todo un relax para mi persona, no lo voy a negar.

A la narración de Troya y Hockenberry se le añaden en la saga otras dos historias que más adelante se entrecuzarán con ella. Por un lado, tenemos a un par de robots llamados moravecs, que son enviados desde su planeta a Marte en una expedición secreta para averiguar qué está ocurriendo con la actividad energética de éste. Dos personajes encantadores, Orphu y Mahnmut. Uno fan de Proust y otro de Shakespeare, con unas líneas encantadoras, pedantes muchas veces, tiernas siempre y muy divertidas. Por otro lado, tenemos a los seres humanos de la Tierra, un grupo que parece vivir en Un mundo feliz de Huxley y que no saben practicamente nada de su pasado ni de las fuerzas que se han movido en su planeta y en el resto del sistema solar. La habilidad de Simmons para hacer converger las tres historias es verdaderamente envidiable.

No sé por qué, pero sospecho que lo que hizo Dan Simmons en esta obra fue copiar el patrón que tan bien le fue con Hyperion (saga que también caerá, también). A priori, un mundo futuro donde se desarrolla la acción, Troya en vez de los Cuentos de Canterbury de Chaucer, y Proust y Shakespeare en vez de John Keats. No sé, claro, si en Hyperion habrá narradores contemporáneos, pero las similitudes son apreciables. Pero bueno, si algo te ha funcionado y eres tan inteligente como para volver a repetir los esquemas con gracia y talento, qué le vamos a reprochar. ¿No esforzarse más? ;)
Yo, sinceramente, recomiendo su lectura. Y eso que no he llegado al final y no sé cómo demonios va a solucionar todas las tramas. Si me horroriza, tranquilos, que lo escribiré aquí. Pero, tras un inicio un poco titubeante (o igual es que al no ser yo aficionada a la sci-fi me costó meterme en su lectura), todas las tramas adquieren tanto ritmo e interés que es difícil dejar de leer.
¡Y qué demonios! Ver cómo Héctor y Aquiles se alían contra su aciago destino bien vale todas las páginas del mundo. ^^

lunes, 25 de enero de 2010

Adiós a la Generación del 68

Viejos cimientos se agitan estos días en la Universidad de Zaragoza. Algunos de sus profesores más conocidos y prestigiosos han aceptado la jubilación anticipada y dicen adiós a las aulas. Un adiós con cierto sabor amargo, a veces mal aceptado por los alumnos, de unos catedráticos cuyos libros hemos leído y de quienes hemos oído hablar muy mucho en otras universidades del país.

Mi experiencia personal con ellos no ha sido como alumna. Mi contacto ha sido a través de su obra y a través de conferencias. Personas como Amandil o Manu bien podrían hablar de su buen o mal hacer como profesores.

Pero una sombra planea sobre este adiós: la sombra de la reforma universitaria. ¿Estamos llegando a la decadencia universitaria que auguraba José Carlos Bermejo Barrera en libros como La fragilidad de los sabios y el fin del pensamiento? ¿Tendrá razón Sánchez Vidal al decir que la universidad va a acabar al servicio de las empresas y no de la sociedad? ¿Estamos cada vez más cerca de un declive de las Letras, de la investigación académica? El debate sobre Bolonia está candente en Aragón, de nuevo.

Adiós a la Generación del 68.

viernes, 22 de enero de 2010

La controversia está servida

Gredos y su Biblioteca de la nueva cultura se la han vuelto a jugar. Después de haberme publicado (entre otros títulos fantásticos) joyas como el maravilloso La reinvención de Homero de Dalby, Cómo se escribe la historia de Barbara W. Tuchman, los deslumbrantes Hacia el mar Egeo de G.S. Kirk, La retirada de Jenofonte de Waterfield e Historia de las lenguas de Europa de Adrados, ahora van y sacan a la luz en este país Aristóteles y el Islam, de Sylvain Gouguenheim.


Desde que el año pasado uno de mis profesores nos hablara en clase de la sorpresa que había significado para él la lectura de este ensayo de Gouguenheim, profesor de Historia Medieval de Lyon, me había resignado a pedirle a Ardaleth que me localizara el libro vía internet en francés. ¡Con lo oxidado que tengo este idioma! Pero, sorprendentemente, un año ha tardado Gredos en traducirlo al castellano. Y para mi sorpresa, hace unos días nos llegaba a la librería entre las múltiples novedades un único ejemplar de esta obra que, a pesar del respaldo de eminencias como Le Goff o Pol-Droit, no ha evitado en Francia iniciar una dura polémica cultural.

Pues nada, ni siquiera salió a la venta el ejemplar, porque lo compré yo. Ya he pedido varios a la editorial para colocarlos de una manera destacada en la mesa de Historia como esta obra bien se merece. Y ya que hoy por fin acabaré con Morris, esta misma noche empezaré su lectura con muchísimas ganas.

Solemos tener siempre la idea de que Occidente descubrió el conocimiento griego a través de las traducciones árabes de los textos clásicos. ¿Tendrá razón Gouguenheim al apostar por la idea de que Europa siempre guardó su herencia griega en lugares como Mont-Saint-Michel? Thomas Cahill ya habló de ello más superficialmente en su libro De cómo los irlandeses salvaron la civilización. ¿Será verdad que la helenización del mundo islámico se produjo especialmente por los árabes cristianos? ¿O tendrá razón la crítica que se le ha echado encima con acusaciones de islamofobia?

Ante la controversia suscitada (la Sorbona incluso va a someter o ha sometido ya el libro a debate historiográfico), el propio Sylvain Gouguenheim explicaba a Le Monde con estas palabras su posición como historiador:

"- Sylvain Gouguenheim, comment réagissez-vous à la polémique suscitée par votre livre ?

- Je suis bouleversé par la virulence et la nature de ces attaques. On me prête des intentions que je n'ai pas. Pour écrire ce livre, j'ai utilisé des dizaines d'articles de spécialistes très divers. Mon enquête porte sur un point précis : les différents canaux par lesquels le savoir grec a été conservé et retrouvé par les gens du Moyen Age. Je ne nie pas du tout l'existence de la transmission arabe, mais je souligne à côté d'elle l'existence d'une filière directe de traductions du grec au latin, dont le Mont-Saint-Michel a été le centre au début du XIIe siècle, grâce à Jacques de Venise."

¿Choque de civilizaciones? ¿Hungtinton tenía razón una vez más? Lo único que nos queda es leer y formarnos una opinión propia. Pero que Gredos publique esta obra de la historiografía moderna para mí no tiene precio.

lunes, 18 de enero de 2010

Elemental, querido Watson

La verdad es que Borges tenía más razón que un santo. La tenía siempre, je, je, je, pero en este caso me refiero a una preciosa frase suya sobre el detective más famoso de la historia de la literatura:

"Pensar de tarde en tarde en Sherlock Holmes es una de las buenas costumbres que nos quedan. "

Esta cita la podemos encontrar en Todo Sherlock Holmes de la editorial Cátedra; una preciosa edición, por cierto, que recomiendo vivamente.

Soy una fan absoluta de Sherlock Holmes desde pequeñita. El personaje creado por Conan Doyle siempre ha sido uno de los hombres de mi vida, por mucha fama de misógino que tuviera (siempre nos quedará Irene Adler). ;) Y como admiradora que soy de él, la película de Guy Ritchie me ha parecido sorprendentemente una joya difícil de olvidar. Unos diálogos de infarto, divertidos e ingeniosos, entre Watson y Sherlock y los demás personajes; unas maravillosas interpretaciones, cientos de detalles que te llevan directamente a las novelas y una gran recreación de la época victoriana londinense.

Si tengo que ser sincera, admito que tenía cierto miedo tras ver el trailer porque, aunque me pareció divertido, creía que se alejaba mucho de la obra de Conan Doyle. Pero Robert Downey Jr. y Jude Law son demasiado grandes como para dejarlos pasar, así que su buen hacer cinematográfico nos llevó al cine y salimos encantados. Qué puedo decir: con permiso de Peter Cushing, Robert es mi Sherlock Holmes. Neurótico, inteligente, obsesivo, maniático... Una absoluta delicia de interpretación que le ha valido el Globo de Oro 2010 a mejor actor de comedia. Y yo ruego por el Oscar, porque se lo merece.

¡Esto es una digna adaptación libre de un gran personaje y no la bazofia de Dorian Gray! Veinte minutos aguanté el sábado de esa lamentable película. Menos de media hora, tiempo suficiente para ver cómo destrozaban una de mis novelas favoritas... ¬¬

¡Ah! ¡Menos mal que siempre me quedará Holmes! ¡Va por ti, Robert! ¡Grande!

lunes, 11 de enero de 2010

Hasta los grandes se equivocan

¡Ah, Dios mío! ¡He encontrado un error en un libro de Carlos García Gual! Pero es tan tonto, tan tonto, que evidentemente tiene que haber sido un lapsus.

Leo en la página ciento noventa y uno del, por otro lado, maravilloso y fascinante Prometeo: mito y literatura:

"Se ha comentado que los acentos más violentos en el rechazo y el denuesto contra los dioses que encontramos en la oda podrían deberse a que, en el intervalo de los meses que van de la composición de los dos actos y ésta, Goethe había leído por primera vez el Prometeo encadenado de Esquilo. Los acentos audaces de esta magnífica rebeldía preludian el feroz orgullo del romántico Shelley, cuyo Prometheus Unbound desarrollará con plena brillantez y renovados fulgores el tema muchos años después, en 1818, al tiempo que su HERMANA Mary compone su novela Frankestein or the Modern Prometheus."


Hermana y no mujer: ¿No os parece que tiene que ser un lapsus? ¡Hasta los dioses se equivocan! ;)

Dejando de lado esta pequeña tontería, el Prometeo de Carlos García Gual es un magnífico ensayo que recorre todas las fases y los recovecos del hermoso mito del Titán filántropo más renombrado de la mitología griega. Me encanta cómo desentraña a Prometeo en Esquilo, cómo me ha hecho reír con sus comentarios y con los fragmentos de Aristófanes y Luciano. Ver cómo un mito puede ir cambiando en la Historia de la Literatura, desde Hesíodo hasta la época actual, no tiene desperdicio alguno, y más si es un señor como García Gual quien nos hace de guía a través de este viaje.

Si tuviera que quedarme con un fragmento del libro, sin duda sería con sus reflexiones sobre el Prometeo del Romanticismo alemán. Tan, tan revelador que me está incitando a leer el libro de Romanticismo. Una odisea del espíritu alemán de Safransky. ¡Con el poco tiempo que tengo ahora para nada!

Para finalizar, un fragmento de un descubrimiento que he hecho vía este libro. Se trata de parte de un poema dramático del francés Edgar Quinet, con un espíritu muy diferente al que los Prometeos de Shelley y Goethe nos tienen acostumbrados:

De pie frente al mar testigo de su suplicio,

le arrojó la antorcha de la terrible claridad,

que revolteó en el aire, y bajo la sombra cómplice
se apagó silbando en las olas impestuosas.
Tendido sobre la roca, apartó la mirada,

Y, colocándoles de nuevo la cadena a sus miembros torcidos,

desdeñoso, contestó a la multitud silenciosa:

"No érais lo que esperaba".

lunes, 4 de enero de 2010

La leyenda de Sigurd y Gudrún

Hace unos días terminé la lectura de La leyenda de Sigurd y Gudrún y muchos pensamientos y sensaciones se amontonan en mi cabeza.

En primer lugar, la épica nórdica vuelve a fluir por mis venas. XD Tengo exactamente la misma sensación de fascinación que me inundaba cuando leí por primera vez la Edda Mayor, la Edda Menor y el Kalevala. La sensación de que los nórdicos son muy nórdicos, de que esa mitología me enamora de principio a fin y de que no hay nada remotamente parecido en el mundo en cuanto a locura, diversión y sangre (por muy locos que estuviesen mis dioses griegos).

En segundo lugar, que este libro no va a gustar al gran público, como predijo Christopher Tolkien. No me veo yo a muchos adolescentes seguidores de la Tierra Media o de la Dragonlance leyendo estos poemas, de la misma manera que no me los imagino leyendo las Eddas. Tiene que gustarte mucho la mitología del Norte y su poesía para leer algo así y eso no le ocurre a cualquiera. Vamos, que ya por intuición pero después con conocimiento de causa, La leyenda de Sigurd y Gudrún la he recomendado muy pocas veces en la librería estas Navidades.

En tercer lugar, que este hombre era un maldito genio. Agradezco enormemente la edición bilingüe de Minotauro, porque nos permite disfrutar de la belleza de los versos en original. Una edición sólo en castellano hubiese sido desastrosa. Pero a lo que iba: leyendo los versos de estos poemas y siguiendo (a posteriori, por favor), los comentarios de Christopher sobre las diferentes versiones que existen en las fuentes clásicas de la historia que trata Tolkien y los porqués de la elección de su padre en cada momento cuando éstas difieren, sigo teniendo la extraña sensación de que su alto conocimiento de la filología y la literatura nórdica le hacía capaz de ver donde otros no podemos ver, de saber con precisión de dónde habría nacido la leyenda en su origen y que el paso del tiempo nos ha oscurecido. Porque tenía que ser como él dice, porque tiene toda su lógica. Porque, como bien decía Tom Shippey, este hombre podía rastrear el orígen de una palabra y llegar a la conclusión de que nos ha llegado mal porque, en un momento dado, un escriba la copió erróneamente. Y lo más gracioso: tendría razón.

En cuarto lugar, que quien diga que Tolkien no era un gran poeta que cierre la boquita, por favor. Que no debe de ser nada fácil utilizar la métrica antigua para crear poemas y le salió tan bien que da la sensación de estar leyendo una traducción de un poema del siglo XII. Y si Auden lo consideraba grande, además, grande tenía que ser. ;) Por cierto, que del libro me quedo sin duda alguna con La nueva balada de Gudrún, un poema que me ha emocionado y que le ha dado a mi "Medea nórdica" nueva fuerza.

En quinto lugar, que la inclusión de una conferencia que dio Tolkien sobre la Edda Mayor me ha parecido tremendamente gratificante para los que nos encanta esa obra.

Y, por último, el tema de la controversia: Christopher. El Señor de lo Ameno. ;) Pues que me parta un rayo, pero le agradezco la publicación de estos poemas infinitamente más que cualquier otra cosa. Y que, como sus comentarios siguen siendo densos de narices, recomiendo su lectura después de haber disfrutado de los poemas por sí solos pero hay que leerlos, chicos, porque aquí, en este caso, los considero indispensables. Y qué leñes, que si una introducción empieza con estas palabras, ya me deja incapacitada para meterme con su persona:

"Hace muchos años, mi padre mencionó las palabras de William Morris acerca de lo que llamó "la gran historia del norte", que, insistió, debería ser para nosotros "lo que el relato de Troya fue para los griegos", y que en el futuro "debería ser para aquellos que vengan detrás de nosotros no menos que el relato de Troya lo ha sido para nosotros." Sobre esto mi padre observó: "¡Qué lejanas y remotas parecen ahora las palabras de William Morris! El relato de Troya ha caído en el olvido desde esa época con sorprendente rapidez. Pero los völsungos no han ocupado su lugar."

¡Ah, cuánta razón, mi William Morris del alma! ¡Pero cuánta más razón las palabras posteriores de Tolkien! Qué tristeza...
Vamos, que después de esto, me estoy pensando más que seriamente releerme de nuevo las Eddas y la Ilíada: gracias a Tolkien, siempre se hace necesario regresar a los orígenes. Y con mucha alegría e ilusión, dónde va a parar. ^^