viernes, 24 de julio de 2009

El señor del sombrero Panama Jack

Ayer vino a la librería el señor del sombrero Panama Jack. Se me acercó para preguntarme qué me parecía Ismaíl Kadaré, a lo que contesté que por ahora sólo había leído El palacio de los sueños y me había encantado su aura kafkiana, que tenía en casa su ensayo Esquilo a la espera de ser abierto y, en la tienda, un ejemplar guardado de Abril Quebrado.



El señor del sombrero Panama Jack es un tipo peculiar donde los haya y nuestra relación cliente-librera es también algo curiosa.

Me explicaré: los libreros tenemos un carácter fluctuante. Sí, esa es la palabra. A priori, intentamos ser amables, comprensivos y humildes. Pero hay veces que muchos clientes superan la barrera de nuestra ya de por sí larguísima paciencia. En mi caso, todo el mundo suele decirme que siempre tengo una sonrisa para cada persona que se me acerca al mostrador. Pero sé también que mi aspecto, en un primer momento, puede causar una impresión equivocada. Vamos, que el hecho de vestir de negro y llevar chapas del estilo "soy rarita" a una persona mayor pueden hacerle pensar que carezco de conocimientos de cultura clásica o sociología, por ejemplo. Y ah, queridos míos: no hay nada que más nos guste a los libreros que demostrarle a un cliente que se equivoca. ;)

Mi encargado suele decirme que soy una dependienta peculiar. Y oscilo, claro que oscilo. Puedo estar hablando con alegría con un profesor de griego sobre las maravillas de La ciudad dividida de Nicole Loraux, como espetarles a las chicas del club de novela romántica (no las soporto, pobrecillas) que no, que no tenemos más novelas de vampiros románticos al estilo Crepúsculo básicamente porque eso no son vampiros. Que si quieren vampiros, que lean a Stocker o Polidori o busquen en una librería de viejo El señor de los muertos de Tom Holland (sí, el ahora famoso historiador divulgativo con obras como Rubicón o Fuego persa). En cuestión de carácter, tengo más de un parecido con esa graciosa creación de Lyse Myhre llamada Nemi:



En un día, puedo decirle a un cliente que no tenemos nada de la poesía de Alceo pero que gracias por alegrarme la tarde, o más tarde regalarle a una niña una chapa de "In Snape I trust" cuando me dice que sabe que en el fondo el profesor de pociones de Harry Potter es bueno, como discutir con otro cliente porque tenemos a Lovecraft en terror y no en literatura extranjera "como se merece un clásico como él" y contestarle que a mí me encantaría tener a Tolkien en una sección de épica junto al Beowulf, las obras de Homero y las Eddas y, sin embargo, tengo que sufrir viéndolo en fantástica junto a ponzoña como Warhammer o Dragonlance porque la vida es así de dura.


El señor del sombrero Panama Jack es de esos clientes repelentes y desagradables que siempre se quejan de todo y de los que siempre te planteas por qué vienen todas las semanas si parece que quieran quemar la librería. El caso es que un día se me inflaron las narices. Era una mañana en la que se me estaba quejando porque ya no me acuerdo qué libro que buscaba estaba descatalogado y, por el contrario, teníamos la librería "llena de best-sellers vergonzosos". Entonces le dio por intentar explicarme el argumento de Las abejas y las arañas de Fumaroli y ya fue cuando mi paciencia reventó y le dije amablemente que ya lo había leído y que estaba totalmente de acuerdo con el autor francés en cómo las políticas de los estados han influído en la cultura del siglo XX. El hombre me miró de hito en hito. Y cuando acto seguido le supe mantener una conversación sobre Chesterton, Zweig e Isaiah Berlin y la aderecé con la recomendación del libro de Lowith sobre la filosofía de Paul Valéry, "don Cascarrabias" me preguntó si era licenciada. "Sí", le contesté, "como todos mis compañeros de la librería, licenciados en Letras. Y le sorprenderá tal vez saber que las chicas de cajas son licenciadas, o los compañeros de discos y cine. Pero creo que no es necesario tener una licenciatura para amar los libros, leer, tener cultura y saber hacer bien un trabajo. ¿No le parece?"


Así que el buen señor del sombrero Panama Jack se despidió poco más tarde saludándome y dándome las gracias. Mi encargado me miró con sorpresa. "¿Qué le has hecho a don Mala Gaita?", me preguntó. "Pues darle de su propia medicina, Pedro", le contesté mientras jugueteaba con mi chapa del Joker. "Darle de su propia medicina".

8 comentarios:

  1. De Kadaré tan solo leí un libro Spíritus, creo que era el título y me gustó. Precisamente Esquilo estaba ayer en el mostrador de la librería y me llamó la atención (señal inequívoca en muchas ocasiones, para ser comprado)
    Al leer tu entrada me he puesto a pensar ¿Qué opinará de mí "Mi" librera? ¿Pensará que soy una pesada, una friki?
    Por desgracia, hace tiempo que descubrí hace tiempo que tener una licenciatura en muchas ocasiones no significa nada.

    P.D: Coincido contigo en lo de Stoker y los seudovampiros.

    Nos leemos

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  2. Ante todo debo decir que me ha encantado la entrada, que coincido con buena parte de tus opiniones pero me ha tocado la fibra sensible el comentario sobre vampiros. No entiendo porqué los fans (por darle nombre) de Stoker quieren encasillarlos en criaturas malvadas y feas cuando desde hace milenios antes de Crepúsculo ya se hablaba de ellos en literatura romántica. Es como querer que los elfos siempre sean hermosos y bondadosos cuando en el género épico los hay para todos los gustos, incluso bastante bordes y malotes. No veo porqué "las razas" tengan que estar encasilladas porque a fin de cuentas, como las personas, debe haber de todo literatura romántica y literatura de terror.

    Creo que he hecho una buena argumentación, así que espero no ofender a nadie, es solo que me duele un poco que me menosprecien como lectora solo porque me gusten los tiarrones todopoderosos.

    En cualquier caso y como tu blog es nuevecito, mucho ánimo, seguiré pasándome por aquí a ver que cosas nuevas descubro ^_^

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  3. Lammermoor: ¡Gracias por el comentario, lo primero! Estoy segura que tu librera no pensará nada "raro" de ti. De hecho, es muy habitual que solamos pillar cariño a los clientes habituales, especialmente a los de gustos peculiares, diferentes y sibaritas. ^^

    Elwen: ¡Bienvenida a ti también! Por supuesto que no has ofendido a nadie, y espero que mi comentario, en todo caso, no te haya ofendido a ti. Mi afirmación sobre los vampiros de Crepúsculo fue hecha básicamente por la simple razón de que las pobres chicas del club de novela romántica, con todo su fanatismo, caos en los pedidos e histerismo juvenil, me exasperan; simple y llanamente. Y aquella tarde a las pobres les tocó sufrirme, témome. ;) Otra cuestión es ya lo que opine del tema vampírico como tal. Me parece perfectamente loable que cada escritor varíe las razas y las mitologías a su antojo, lo que me da pena es que se pierda la tradición del vampiro que, como ser, es un demonio y no un héroe. Incluso en las primeras novelas de Anne Rice, de las que en mi adolescencia fui muy fan (desgraciadamente la saga fue de mal en peor), me gustó ese giro que inventó del vampiro hermoso, con dudas existenciales sobre su naturaleza, etc. Pero los vampiros de Ane Rice eran, al fin y al cabo (o por lo menos, al principio), malas bestias que acababan sucumbiendo a su naturaleza depredadora y para los que la vida inmortal acababa siendo una condena. Siempre me encantó esa frase de Louis cuando, a la petición del periodista que le hace la entrevista de que le convierta en vampiro, él contesta: "Dios mío, he fracasado". Me hicieron gracia esos vampiros. Pero para mí, un vampiro es un ser al que hay que temer, cuya pulsión erótica no es hacer el amor a la persona amada (porque es un no-muerto y fisiológicamente no puede) sino encandilarla para conseguir su sangre humana: es un íncubo. Drácula para mí no es el vampiro de la adaptación de Coppola (por otro lado, maravillosa) que va a Londres en busca de su amada: el verdadero Drácula va a Londres buscando un entorno donde poder subsistir mejor. En este caso, el vampiro que hay que temer para mí es el conde Orlock de Murnau, que se extiende por Londres acompañado de ratas, en una clara metáfora de la peste. Guapos o feos, apocalípticos o decimonónicos, me es irrelevante. Lo único que les pido es que sean lo que la tradición mitológica les concedió desde el principio: unos monstruos a los que temer. Y creo que esa visión del vampiro es mucho más romántica que la de un vampiro que se enamora de una delicada joven y lucha por salvarla de todo mal. Pero es una opinión, claro. ^^
    ¡Un saludo!

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  4. Mola que te hayas tomado la molestia de darme tan larga contestación, y por supuesto me alegro de no haber ofendido a nadie.

    Me parece que eres libre de tener tus gustos como cualquier otro (faltaría más) y no creo en absoluto que Edward Cullen acabe con "la tradición del vampiro" como tú la has llamado. Creo que la única diferencia es que hay que rebuscar más que antes. ¿Has leído Nocturna de Guillermo del Toro? Creo que es un intento de reivindicación a lo que comentas (yo no lo he leído).

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  5. Pues no, no he leído Nocturna. Pero sí que lo ha hecho mi novio y me ha comentado que la novela es entretenida, muy de lectura veraniega de pasar el rato a lo Stephen King, pero que tiene un problema: la traducción. Se ve que el traductor es latinoamericano y la edición está plagada de expresiones tan ajenas al castellano de la península que a veces resulta difícil entender el texto. De hecho, indagamos por la red y efectivamente, mucha gente se ha quejado de eso. Pero sí, es una historia que regresa un poco al vampiro terrorífico. :)
    ¡Un saludooooo!

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  6. A mí también me ha encantado la entrada, y conocer un poco cómo funciona "tras bambalinas" la mente del librero, jejeje. Sin duda, os debéis enfrentar a todo tipo de clientes, y los habrá que terminen por exasperar a cualquiera. En cuanto a “las pintas”, las he tenido que sufrir en propia carne durante años. Cuando estudiaba (ahora ando pensando en volver a hacerlo, pero a distancia), mi aspecto no era precisamente el deseado por mi madre ni, claro está, por mis profesores de carrera. Pelo largo (que aún mantengo), chupa de cuero, pantalones ajustados y siempre de negro, parecían dar que pensar sobre mi inteligencia (o la falta de ella) o mi sentido de la responsabilidad. No era el único, claro está, en sufrir este rechazo, pero bueno, terminamos la carrera, y hasta la fecha no nos va del todo mal con el trabajo.

    En cuanto a la temática vampírica, te dejo con Elwen que es verdaderamente una entendida del tema. Por mi parte, salvo Drácula, o Sueño del Fevre, he leído poco más en torno al mismo. Eso sí, hace años era un verdadero friki de las películas de la Hammer o de los discos de cierta banda británica de black metal que ha tendido hacia lo comercial :)

    ¡Saludos!

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  7. Sospecho que nos llevaremos bien, Homo Libris, ¡ja, ja, ja!
    ¡Un saludo!

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  8. Aiya, Mellon!

    Yo tengo la misma impresión, ¿por qué será? :D

    ¡Nos leemos!

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