Lo único bueno que tiene esta edición es la nueva presentación de Odiseo en Ítaca, muy acorde con la personalidad del héroe homérico. En fin, una pena para Sean Bean esto de tener un papel tan lamentablemente secundario. Luego me fui cabreando por momentos: Héctor, acompañando a Paris cuando rapta a Helena, la estúpida escena de combate inicial entre Héctor y Aquiles, totalmente innecesaria; la falta de épica en las batallas, la representación de Aquiles como un héroe más egoísta e infantil de lo que es, la mezcla de Briseida y Polixena en un único personaje... Bueno, demasiados momentos para ponerme ahora a contarlos uno a uno.

Pero, de repente, llega la catástrofe: después del duelo entre Paris y Menelao, va Héctor y mata a este último. Casi me caigo del sofá del susto, porque de verdad que no lo recordaba (mi mente es selectiva). ¡Pero bueno! ¿Y entonces con quién acaba Helena al final de este desastre de película? En fin; algún día que tenga fuerzas, me decidiré a ver la segunda parte para enterarme y horrorizarme.
Fue en este punto cuando Ardaleth y yo entablamos en nuestro salón una conversación la mar de interesante: ¿Dónde está el punto que separa la adaptación libre de una herejía como ésta, por ejemplo? La respuesta, creo, es bastante más sencilla de lo que creemos: el don para narrar con destreza, la capacidad de tomar un clásico y darle una nueva vida con todo el respeto del mundo.
Toda esta introducción viene a colación de la saga de libros que me estoy acabando estos días: Ilión y Olympo, de Dan Simmons.

Una frase sólo por poner un ejemplo y no añado más para no cometer spoilers. Pero, ¡ja!, si
Wolfgang Petersen hubiese tenido el savoir faire de Simmons, otro gallo le hubiese cantado.
No soy fan de la ciencia ficción ni mucho menos, ni tampoco gusto de que alguien agarre una obra clásica y la adapte de cualquier modo. Soy muy, muy dura con estas cosas y, si Simmons me ha convencido, que venga Zeus y me destruya con su rayo.
Tiene habilidad y destreza narrativa, Dan Simmons. Y es muuuy listo. Amén de empaparse de Homero y de sus estudiosos (se ve en mil detalles, en la descripción de la guerra y de los personajes), es tan inteligente como para colocar de narrador oficial a un personaje del siglo XX: Hockenberry, un acólito de la Musa, profesor de clásicas en el pasado y ahora redactor de los acontecimientos de la guerra de Troya. Un personaje que sirve como enlace entre la obra y el lector (algo así como los hobbits en Tolkien), capaz de narrar los hechos de una manera profunda y muy académica pero con un lenguaje muy nuestro, lleno de referencias a nuestra cultura pop y con mucha ironía, que nos hace mucho más sencillos los entresijos de la guerra. Y de paso te evitas un narrador de la época, claro. Si es que es listo, listo. Y me parece bien. XD
Otra cosa que me ha gustado mucho es la guerra en sí. Cuando en un ataque de compritis aguditis me pillé los libros, al leer "La Ilíada de Homero en clave de ciencia ficción", creí que iba a tener que familiarizarme con un acontecimiento bélico futurista, pero no. Tú no sabes al principio por qué, pero la guerra que te están narrando tiene, quitando a los dioses, la misma tecnología y pinta que la de Homero. Todo un relax para mi persona, no lo voy a negar.
A la narración de Troya y Hockenberry se le añaden en la saga otras dos historias que más adelante se entrecuzarán con ella. Por un lado, tenemos a un par de robots llamados moravecs, que son enviados desde su planeta a Marte en una expedición secreta para averiguar qué está ocurriendo con la actividad energética de éste. Dos personajes encantadores, Orphu y Mahnmut. Uno fan de Proust y otro de Shakespeare, con unas líneas encantadoras, pedantes muchas veces, tiernas siempre y muy divertidas. Por otro lado, tenemos a los seres humanos de la Tierra, un grupo que parece vivir en Un mundo feliz de Huxley y que no saben practicamente nada de su pasado ni de las fuerzas que se han movido en su planeta y en el resto del sistema solar. La habilidad de Simmons para hacer converger las tres historias es verdaderamente envidiable.
