sábado, 22 de agosto de 2009

Las Musas, de Walter F. Otto

Desde que cayó en mis manos hace unos años su libro Los dioses de Grecia, leo cualquier cosa que encuentro de Walter F. Otto, uno de los estudiosos más importantes de la antigua religión griega.

De todas maneras, siempre he sido más seguidora de su discípulo Kerényi quien, junto a su amigo Carl Gustav Jung, elaboró unos estudios mitológicos interesantísimos de los que algún día intentaré hablar aquí. Otto siempre me ha parecido una lectura fascinante, pero su prosa es muy culturalista y enrevesada, a veces excesivamente espiritualista, hermenéutica. Casi nunca pone en relación sus ideas con el contexto histórico o arqueológico. Y, sin embargo, hay algo en él yo diría que sugestivo: creo que me gusta porque me recuerda a Hölderlin. ^^

En Las Musas, Otto nos cuenta las afinidades y las diferencias entre las Musas y las Ninfas, nos habla de su relación con el lenguaje y de la relación de éste con el canto y la danza. Nos narra además las historias -siempre trágicas, ¡ah, pobre Orfeo!- de los hijos de las Musas y, en un capítulo interesantísimo, nos explica la relación entre lo intuitivo y lo inspirado por la propia Musa.

¿Lo mejor? Toda la última parte del libro en la que se habla del lenguaje y la danza y el porqué de su relación con el culto a las Musas, en mi opinión muy esclarecedora. ¿Algún punto negativo? Si hubiera que decir alguno, lo siento, pero no me gusta mucho la traducción de Hugo F. Bauzá. Otto ya es de por sí complicado a la hora de escribir, pero es que aquí hay frases largas y subordinadas traducidas de tal manera que, sintácticamente, casi parece que están cogidas por pinzas. De esas que hay que leer un par de veces para entender qué se te está diciendo. De todas maneras, Las Musas es un libro maravilloso y fascinante que debería ser leído por toda persona que tenga interés por la antigua cultura griega. Y os dejo con uno de mis fragmentos favoritos:

"Que las secuencias de tonos y armonías musicales son la voz innata de la esencia del mundo lo ha experimentado Goethe y lo ha expresado con palabras inolvidables cuando informó a su amigo Zelter al escuchar obras de órgano de Bach que Schütz había ejecutado en Berka. [...] La excelente revelación en que parecen estar los tonos musicales con la estructura elemental del mundo tal como es conocido ha sido expuesta por Schopenhauer en su obra principal; Richard Wagner ha intentado continuar los pensamientos schopenhauerianos en su Homenaje a Beethoven.

¿No se explicaría precisamente en eso la razón para el hecho de que toda acción significativa en el reino de lo natural desde siempre ha convocado necesariamente al canto? Eso podría señalarse en muchos ejemplos. En vez de cualquier otra cosa, piénsese solamente en los cantos que acompañan al trabajo, los que en todos los tiempos han trocado la fatiga de la ocupación en un placer, pero que no fueron expresamente creados para ese fin, sino que se han presentado por sí mismos en contacto con las fuerzas de la naturaleza. Pero, desde que el hombre ha comenzado a traspasar ese contacto con la naturaleza a las máquinas y a colocar progresivamente -en todas las situaciones imaginables- las máquinas entre él y la naturaleza, la música está enmudeciendo.

Las canciones populares, como hemos dicho, son sólo un ejemplo para muchos. En todo lugar donde el hombre sea conmovido con fuerza elemental por la realidad viviente, surge el canto hablado o la canción, a menos que no permanezca atrapado en una inquietud inmediata que sólo pueda callarse o gritarse, sino que pertenece entre los susceptibles, en un sentido más elevado, a los cuales el ser de las cosas se hace patente como tal, ya los toque con goce o con pena. Eso lo vemos en los poetas y músicos; son para nosotros en general los representantes del lenguaje original."

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