Hay veces que encuentras una lectura que no habías planeado. A veces, es por un título; otras, por la portada. A veces, esas lecturas son decepcionantes (ya os hablaré de La mecánica del corazón en otro momento), pero otras son precisamente las más hermosas, las que te alegran los días y te llenan las horas de una paz absoluta.
Paz fue precisamente lo que me regaló la nueva obra del hispanista Jason Webster. A él lo conocí a través de su más que interesante libro Las heridas abiertas de la guerra civil, en el que intercalaba anécdotas personales que le habían sucedido en "las dos Españas" con episodios de ese horrible acontecimiento bélico de nuestro país. Así que cuando nos llegó a la tienda La Montaña Sagrada, ni me lo pensé dos veces y me saqué su ejemplar correspondiente de préstamo para formación.
No sólo mi buena experiencia anterior con su narrativa hizo que me leyera este libro. También su portada me llamó poderosamente la atención, especialmente con ese subtítulo que reza: "Un viaje hacia la autenticidad, el silencio y las leyendas de un paraíso perdido."
La historia de amor de Jason Webster con nuestro país es muy bella: licenciado en lengua y literatura árabes por la universidad de Oxford, vino a España para investigar y comprobar si todo lo que decía Goethe sobre nuestro país era cierto y vaya si lo confirmó, que acabó embriagado por nuestra cultura y enamorado de Salud, su ahora mujer, una bailaora de flamenco.
En este libro, Webster nos narra el primer año de una nueva aventura en España que emprendió con su esposa: huir de la ciudad (en su caso, Valencia) y establecerse en una casa de campo o mas tan típicos de Castellón, al pie de la montaña Penyagolosa. Jason nos relata cómo durante esos primeros doce meses fueron reconstruyendo la vivienda con sus propias manos, cómo comenzaron a cultivar su hacienda con ayuda de los habitantes del pueblo cercano (y de un manual de agricultura árabe del siglo XII, por cierto); nos relata, en resumidas cuentas, cómo Salud y él fueron haciéndose amigos de la gente de la región y acabaron siendo uno con la propia naturaleza. Pero, por encima de todo, nos redescubre a nosotros, los españoles, las riquezas y tradiciones populares y rurales que desgraciadamente se están perdiendo: desde una procesión "iniciática" a una ermita escondida entre valles, pasando por la belleza de la apicultura o la recolección de trufas, hasta las conversaciones con hombres de campo ancianos, como Arcadio, que quizás desconocen lo que es una formación académica pero nos dan lecciones de sabiduría y honestidad.
El Independent ha dicho de él que es "uno de los mejores libros del año sobre España", mientras que el Sunday Telegraph añade que "mira a los españoles sin paternalismo y con simpatía." No puedo estar más de acuerdo.
La Montaña Sagrada es un libro hermoso, melancólico, lleno de luz, poesía y naturaleza por los cuatro costados. Es un canto a la vida en el campo, un canto a la belleza de lo que estamos perdiendo. Es una lectura gratificante, viva, pura. Es que dan ganas de agarrar todo y perderse en un caserío del Norte de mi Navarra...
La Montaña Sagrada es un libro que le encantaría, creo, a Homo Libris (lo siento, chavalote ). Pero, especialmente, es un libro para mi tío Jesús Mary. No sé por qué, pero todos sus capítulos me recordaban a él. Ahora entiendo un poco más su regreso al pueblo después de años viviendo en una gran ciudad: el amor por las pequeñas cosas, la alegría de la vida en el campo. Va por tí, tío.
La Vida en Miniatura, Mariana Sández
Hace 6 meses
A mí me encanta el campo también, y el pueblo... allí se está de otra manera. A mí me enseñó mi abuelo a encontrar seteros, a diferenciar las nubes del cierzo de las demás, a elegir buenas ramas para hacer palos... bueno, a todas esas cosas que te enseñan los abuelos y que hoy, que ya no están, sólo podemos recordarlas, o leerlas, claro.
ResponderEliminarMi pueblo es super pequeño (sólo tiene un bar, así que imagínate), sin tiendas (sube el panadero desde otro pueblo) y casi sin habitantes; además está perdido en la montaña entre Asturias y León. Comprendo perfectamente a tu tío.
Coincido plenamente en que, en España, estamos perdiendo a marchas forzadas los conocimientos, usos y costumbres de la vida en el campo. Yo he sido terriblemente consciente de ello a raíz de empezar la relación con mi esposa y conocer a una parte de su familia (abuelos, tíos-abuelos) que aunque ahora viven en la gran ciudad, son gente "del pueblo".
ResponderEliminarSus conocimientos sobre la naturaleza, sobre el entorno, son mucho más que una simple guía de "supervivencia". Son el auténtico "folk lore" (conocimiento popular) de nuestra historia.
En fin. En 25 años seremos una civilización tan urbanita como ignorante.
Por cierto, leyendo esta entrada me ha venido a la cabeza el libro "El antropólogo inocente" de Nigel Barley, sobre las peripecias de un antropólogo inglés entre una tribu camerunesa. Humor británico al servicio de la divulgación.
Isi: tu pueblo, por lo que comentas de él, tiene que ser precioso. ^^ Mi padre, que es hombre de campo, me enseñaba de pequeña a diferenciar los árboles, y a los pájaros por su vuelo. Son cosas que recuerdo con especial cariño. Creo que la vida en la ciudad muchas veces nos ciega. Y no sólo metafóricamente: ¡Cómo echo de menos ver estrellas por las noches!
ResponderEliminarAmandil: Totalmente de acuerdo en todo lo que dices. Es una pena que nuestros hijos se pierdan estas cosas... Aunque los tuyos aún tienen suerte. ;)
¡Y muy bueno el apunte de "El antropólogo inocente"! Es un gran libro, sí señor.
¡Feliz día del Pilar! XD
Lamentablemente, creo que vamos camino de perder esa sabiduría ancestral de la gente de campo. En nuestro mundo donde prima el exceso (verdadera saturación, diría yo) de información, sufrimos una hemorragia de valores y verdadero conocimiento ancestral.
ResponderEliminarSin duda, es un libro que me gustaría leer (y del que tomo buena nota, sin resentimientos... ya veo que me tienes calado ;P ), y me ha recordado un poco por lo que nos cuentas a Entre limones, de Chris Stewart, que es de lo más divertido (aunque creo que también más ligero, menos profundo que el de Webster).
Admiro la serena sabiduría del pastor, del agricultor, del cazador, del hombre de campo que conoce al dedillo el medio que le rodea (aunque en ocasiones llegaría a estrangularles por alguna que otra acción que... en fin). Comparto con Tolkien su amor por lo natural, por la cercanía a la tierra, y su miedo ante la ignorancia que es también, en ocasiones, tan común entre algunas gentes.
Como cantaba Serrat (y termino ya)
[...]
Pero puestos a escoger… soy partidario
de las voces de la calle
más que del diccionario.
Me privan más los barrios
que el centro de la ciudad.
Y los artesanos más
que la factoría.
La razón que la fuerza
el instinto que la urbanidad.
Y un siux más
que el séptimo de caballería.
En fin, que otro para la saca. ¡Gracias mil por la recomendación!
Homo Libris: Creo recordar que el Independent comparaba este libro con "Entre limones", pero decía que era mucho mejor. No puedo opinar en este caso, porque el libro de Stewart no me lo he leído, pero tomo nota, como siempre. ;)
ResponderEliminarY, en lo demás, totalmente de acuerdo, ¡claro! XD
¡Un besote!
Esta mañana estuve leyendo algo más sobre el libro, y fue el Sunday Telegraph (casi ;)) el que hacía la comparación entre este y el libro de Stewart. Un detalle insignificante, pero que hace que me den más ganas de conseguirlo.
ResponderEliminarRespecto a tu tío, ya vi su blog hace tiempo en tu lista de recomendados, y la verdad es que creo que le va, y mucho, un libro así. Mi intención es arrastrar a Azote a Soria, allí entre cierzo, lobos, nieve y la nada (el todo). A ver si lo consigo algún día :D
Abrazotes.
Ya sabía yo que era uno de los dos. Eso me pasa por no comprobar antes de escribir. ;)
ResponderEliminarSí, a mi tío Jesús Mary le va un libro como el de Webster. ¡Espero que me haga caso y lo lea! XD A mí Soria me gusta mucho: me parece una tierra con historia, hermosa... y congeladora. Ya podéis ir con unos buenos abrigos. Aquí en Mañolandia el cierzo empieza a no dar tregua. ¡Yo quiero nieveeeee! Me da igual la gripe A, B o C pero es que, puestos a pasar frío, prefiero la nieve al cierzo. XD
¡Un abrazo!
Bueno, si no es para quedarse en Soria, al menos para ir a Zaragoza sé que no habría oposición alguna, sino todo lo contrario. Ambos tenemos ganas de subir, lo que hay que buscar es el momento y la forma (porque hay que buscarles alojamiento a nuestros amigos felinos en casa de alguna de las abuelas XD). A ver si cae una buena nevada y nos pilla por allá :)
ResponderEliminarAbrazos.
¡Uy, nevar por aquí! Llevo cinco años, creo, en esta ciudad, y creo haber visto nevar dos veces. Y sólo una como Dios manda, con todo tapadito. Otra cosica es Pamplona... XD
ResponderEliminarCómo a Homo Libris, me ha venido a la cabeza Entre Limones y éste a su vez, desde que lo leí, me hizo pensar en Al sur de Granada, de Gerald Brenan, que leí hace mil años y que me gustaría releer.
ResponderEliminarEste verano me fijaba, en el pueblo en que veraneo, como los horreos se están cayendo, las antiguas cuadras se están convirtiendo en apartamentos rurales y, algo que os parecerá una tontería pero ... no vi gallinas. ¡Antes era imposible ir por un pueblo y no encontrarte con algún gallinero.
Todo esto para decir que el libro tiene muy buena pinta y me lo apunto en mi plan infinito.
¡Qué grande, "Al sur de Granada"! Yo también me lo leí hace un porrón de años y me encantaría releerlo.
ResponderEliminarAl hilo de lo que cuentas tengo que decir que, cuando regreso a mi pueblo las pocas veces que lo hago, lo veo cada vez más "urbano"... Y ni gallinas ni nada. Al menos, en los corrales de mis familiares. :)
¡Un abrazo!