Hace un par de noches terminé la lectura de
Homero, Ilíada de Alessandro Baricco y no puedo estar más de acuerdo con el comentario de Robert Saladrigas de
La Vanguardia:
"Es hermosa, sutil, envolvente de principio a fin."El autor de
Seda se embarcó en la difícil tarea de hacer una versión del clásico universal de Homero a raíz de un deseo de realizar una lectura pública de dicha obra. Viendo, obviamente, que el texto tal cual era imposible leerlo en un acto de unas pocas horas, Baricco decidió, aconsejado por traductores de la
Ilíada italianos, reescribir la obra para acercarla al público actual. Como resultado, este libro: su lectura tuvo lugar en Roma y Turín en el 2004, fue retransmitida por la radio y, como él mismo explica en la introducción, el éxito fue rotundo.

Qué curioso, ¿verdad? Que hayan pasado miles de años y la
Ilíada sea un poema que conmueva todavía a las masas... Quizás hay algo de cierto en la afirmación de Calvino de que
"un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir." O en la de Hördelin:
"Lo perdurable es la obra de los poetas."Lammermoor nos hablaba hace poco de los caminos que nos conducen a leer determinados libros. En este caso concreto, me acerqué a la obra de Baricco gracias a un comentario de Carlos García Gual en sus
Encuentros heroicos. Todo lo que diga el señor García Gual va, para mí, a misa. ;) Y cuando compré el libro en mi librería, de nuevo sus palabras en la propaganda de la quinta edición del libro atrajeron mi atención:
"Atractiva Ilíada, reescrita en un ritmo rápido y vibrante... Sabe conservar su soberbio esqueleto, su monumental prestancia y su hondura trágica."Para acercar la
Ilíada al público actual, Baricco decidió hacer una serie de cambios. El primero de ellos fue la eliminación de las escenas en las que, explícitamente, actuaban los dioses. Este cambio a mí, tengo que admitirlo, me daba algo de miedo. Creo que, por mucho que actualmente vivamos en una especie de mundo laico y estemos acostumbrados a ello, no se puede comprender el mundo homérico sin la intervención de dioses. Pero el resultado me ha convencido, básicamente porque Baricco nombra a los dioses en boca de los personajes principales de la epopeya; es decir, no los borra brutalmente de la existencia. Están ahí, presentes en la mente de los héroes (como Dios para los católicos, por ejemplo), pero no se les ve presencialmente. En la introducción, Baricco explica esta eliminación porque las escenas de los dioses
"son tal vez las partes más ajenas a la sensibilidad moderna y a menudo rompen la narración, desaprovechando una velocidad que, en caso contrario, sería excepcional." Hasta ahí, totalmente de acuerdo: sólo desde el punto de vista narrativo, las escenas de los dioses no son necesarias. Sólo, repito, desde el punto de vista narrativo.
Otro cambio de Baricco fue el de añadir el final de la guerra de Troya. ¡Ah, cuántas veces habrá venido algún cliente enfadado a la librería diciendo que le falta la segunda parte de la
Ilíada, que lo del caballo de Troya no aparece en su libro! Jesús... Tratar de explicar que la
Ilíada acaba realmente con los funerales de Héctor y que el relato del caballo de Troya se encuentra narrado en alguna escena de la
Odisea y en pequeños fragmentos del llamado ciclo troyano es como pedir peras al olmo... XD En este caso, para que la historia clásica tuviera un comienzo y un final tal y como la recordamos ahora, Baricco usa la voz del aedo Demódoco, que en la
Odisea narra la anécdota del caballo de Troya en la corte de Alcínoo, y usa también el fragmento de la
Toma de Ilio de Trifiodoro, ya del siglo IV d.C.
Cada capítulo de
Homero, Ilíada es narrado por uno o varios de sus personajes en primera persona, lo que le da una agilidad al relato y una emotividad enorme. Además, Baricco ha tenido el detalle de colocar en cursiva los fragmentos de su invención, generalmente de monólogos interiores de los protagonistas, para que sepamos qué es de su cosecha y qué no. Y hay que decir que muchos de sus añadidos son de una hermosura inimaginable. Creo, por todo esto, que
Homero, Ilíada es un precioso medio para acercar el texto clásico a los jóvenes o al público poco acostumbrado a la lectura de obras clásicas.
Una de las cosas que más me ha gustado del libro es su epílogo, titulado "Otra belleza. Apostilla sobre la guerra." En él, Baricco nos da su impresión sobre el poema de Homero, sus conclusiones tras ese año de arduo estudio para reconstruir la obra que hoy os presento. Comenta que la
Ilíada es un
"monumento a la guerra", pero opina que también es un canto al deseo de paz. Baricco ve este anhelo en los papeles femeninos del poema. Eso me gusta, porque siempre se habla de la importancia de lo femenino en la
Odisea, pero yo creo que en la
Ilíada las voces femeninas son también modernas, mucho más humanas que las de los hombres. Es por la importancia de los personajes femeninos, entre otras cosas, por la que mantengo mi fe en la existencia de Homero y en que compuso los dos grandes poemas que se le atribuyen, aunque éstas sean sólo meras razones literarias y sentimentales. ¡Qué duro es el papel de Helena, el sufrimiento de Briseida o el de Hécuba y, sobre todos, el grito desesperado de Andrómaca! Siempre he pensado que la despedida de ésta y Héctor es la primera demostración del amor conyugal en la literatura occidental.

También me gusta que Baricco hable de la importancia de las figuras de los vencidos: del ruego desesperado de Príamo ante Aquiles, de la gran humanidad de Héctor, según mi opinión el héroe con mayúsculas del poema.

Y, por supuesto, de la inteligencia y sagacidad de Ulises. Ulises, el gran incomprendido en la contienda. Odiseo, el más grande, para mí, de los héroes épicos de la literatura universal:
"Ésa guerra la ganamos con un caballo de madera, descomunal, relleno de soldados", nos cuenta Néstor. "La ganamos gracias al engaño, no con la lucha a pecho descubierto, leal, caballeresca. Y esto a ellos, los jóvenes, nunca les gustó. Pero yo era viejo. Ulises era viejo. Nosotros sabíamos que vieja era la larga guerra que estábamos librando, y que un día la ganaría aquel que fuera capaz de librarla de una manera nueva."
(Off topic: Bonitas imágenes de Eric Bana como Héctor y Sean Bean como Ulises, ¿eh? Son de lo poco que se salva de ese bodrio de película llamado Troya... XD)
La reflexión del epílogo de Alessandro Baricco, que puede sonar atroz porque habla de la belleza de la guerra, es muy poética en su final:
"Por ello, la tarea de un pacifismo verdadero tendría que ser hoy no tanto demonizar hasta el exceso la guerra, sino comprender que sólo cuando seamos capaces de otra belleza podremos prescindir de la que la guerra, desde siempre, nos ofrece. Construir otra belleza es tal vez el único camino hacia la auténtica paz. Demostrar que somos capaces de iluminar la penumbra de la existencia sin recurrir al fuego de la guerra. Dar un sentido, fuerte, a las cosas, sin tener que llevarlas hasta la luz, cegadora, de la muerte. [... ] Lograremos, antes o después, sacar a Aquiles de aquella mortífera guerra. Y no será ni el miedo ni el horror lo que lo lleve de regreso a casa. Será cierta belleza, una belleza distinta, más cegadora que la suya, e infinitamente más apacible."
¿Por qué amamos la Ilíada? Quizás, como bien decía Werner Jaeger en su Paideia, porque "La Ilíada tiene un designio ético, en su formulación, de aquello que a todos nos une y a todos nos mueve." Porque "no escapa a ella nada esencial de la vida." O tal vez, según palabras de Javier Reverte, porque "amamos la literatura, la buena, porque siempre nos habla de los caminos tortuosos por donde viaja nuestro atribulado corazón."
¿O será, quizás, porque aún nos encandila la belleza y la suerte de Helena?:
"¿Cuántas guerras se han declarado en el mundo por amor? ¡Sólo en Troya!"
Corazón de Ulises, Javier Reverte.