Hay libros que te hacen viajar con la mente, páginas que te descubren nuevas culturas y otras costumbres. Hay obras que te guían a través de países lejanos, otras que te enseñan realidades políticas en las que jamás te habías parado a pensar.
Viajes con Heródoto, de Ryszard Kapuscinski, es todo eso y mucho más.
Después de devorar este libro como se devoraría una novela, la sensación que tengo con Kapuscinski es de complicidad. Pero complicidad de historiadora. Porque, si bien el periodista polaco nos ofrece una panorámica interesante de sus viajes como reportero, en realidad creo que todo esto no es más que una simple excusa.

Una excusa para leer a Heródoto en el atardecer africano, una excusa para adentrarnos en la historia antigua de la mano de quien mejor nos la puede relatar: un incansable viajero.
Si bien me parece que este libro no puede compararse a
Ébano, me ha gustado mucho por el amor que destila por el entrañable (al menos, para Kapuscinski y para mí) historiador griego. Creo que lo que Ryszard pretendía escribiendo esta obra no era tanto mostrarnos su vida como reportero, sino más bien hablarnos de la importancia de viajar con el afán de conocer y comprender, tal y como hacía Heródoto en su época. A la vez nos encontramos con un bello libro que nos ayuda a adentrarnos en la lectura de los viajes del griego, que nos tiende un puente a través del tiempo entre aquella lejana época y la nuestra, para demostrarnos que el espíritu curioso del hombre no ha cambiado tanto, que es algo que no podemos perder en un mundo como el nuestro, en el que priman las vacaciones organizadas, las fotos rituales y el decir "yo he estado allí" y poco más.
No hay una coherencia lineal en las experiencias periodísticas que Kapuscinski nos relata en
Viajes con Heródoto, ni creo que lo pretendiera. Da saltos en el tiempo de un capítulo a otro, a veces ni relata cómo terminó su trabajo en un país determinado (las historias más completas son las de China e India, sin lugar a dudas). Asistimos con él a muchas de sus aventuras como reportero: desde que le dijera a su reportera jefe que su deseo como periodista era "cruzar la frontera" (posibilidad muy complicada en la Polonia del telón de acero), Ryszard nos habla de sus experiencias en la India, China y África; nos habla de la dureza de las fronteras lingüísticas, del silencio comunista, del dolor de las guerras en un continente africano postcolonial. Pero también nos habla de la hospitalidad, de las tradiciones, de las risas y los momentos inolvidables.
Y, por encima de todo, el libro es un maravilloso homenaje a uno de los padres de la historiografía. Porque, si durante su vida Heródoto fue el maestro de Kapuscinski, ¿qué nos impide que sea lo mismo para nosotros?
"Así, mis viajes cobraron una segunda dimensión: viajé simultáneamente en el tiempo (a la Grecia antigua, a Persia, a la tierra de los escitas) y en el espacio (mi labor cotidiana en África, en Asia y en América Latina). El pasado se incorporaba al presente, confluyendo los dos tiempos en el ininterrumpido flujo de la historia."Los nueve libros de Heródoto descansan ahora mismo en mi mesa, en esa maravillosa edición de un solo tomo de Cátedra. Yo estoy dispuesta a viajar con Heródoto una vez más pero, gracias a Kapuscinski, bajo una nueva perspectiva. ¿Y tú?
Que tengas un buen viaje.